Calu Rivero protagoniza junto a Ricardo Darín "Tesis", sobre un homicido, el thriller que se estrena el 17 de enero. La actriz viene de un año movido, entre el éxito de telenovela con Dulce amor, el romance nunca explicitado con Sean Penn, la partida imprevista a Nueva York (con la novela sin terminar) y ahora llega su primer estreno importante en el cine.
"Cuando me contaron que había quedado seleccionada para formar parte de la película, lloré de alegría, literalmente, y llamé a mi mamá", contó a Tiempo Argentino. "Y eso que sólo tuve dos momentos de llanto fuerte por lo profesional: cuando ingresé a la televisión, y ahora", remarca quien en Tesis... encarna a Laura, una no tan inocente joven proveniente del interior, hermana de la mujer que una tarde aparece asesinada en las escalinatas de la Facultad de Derecho, lo que dispara la disputa entre un catedrático penalista (Darín) y su brillante discípulo (Alberto Ammann), sospechado de haber cometido el crimen.
–¿Pudiste nutrir de cosas tuyas al personaje?
–Sí. Había un gesto mío que el director me pedía que hiciera, que era "el hombrito" [hace el gesto de alzar el hombro]. Laura, en un punto, es muy distinta a mí. Ella se queda en Capital, hace todo lo que antes hacía la hermana, y termina involucrada con gente súper oscura. Yo, en cambio, que también me vine del interior, habría hecho todo lo contrario: ¡me habría vuelto a mi pueblo, con mi familia, porque encima mi hermana es todo para mí! Entonces ese gesto del "hombrito" daba una mezcla entre niña y mujer, que en un punto se cree súper grande pero que a la vez no está entendiendo dónde está parada.
–Fue un año movido para vos. ¿Cómo sobreviviste?
–Sí. Creo que esos dos meses que me fui a Estados Unidos me hicieron sobrevivir (risas). Siempre me crié como una persona súper íntegra y súper plantada, que nunca me voy a confundir, con una familia que me contiene. Todo lo teórico lo tengo. Pero la masa y el sistema es como un huracán, y de pronto ya no estás disfrutando ni estás dando lo que antes dabas. A mí lo que me pasó en particular es que dejé de ser espontánea. Me sentía muy sobreexpuesta, que todo el mundo opinaba de mí y, la verdad, no quise acostumbrarme a que eran "las reglas de juego" y que "tenía que acostumbrarme". A veces hay un nivel de invasión muy grande.
–¿En qué sentiste que no estabas siendo espontánea?
–En la relación con la prensa, por ejemplo, siempre tuve una relación natural, pero en un momento me empezó a pasar que daba entrevistas de una hora y terminaban poniendo un título para vender lo que nunca había dicho. Tambien me empezó a perturbar que la gente se acercara de forma un poco violenta, con demasiado derecho a poder opinar sobre todo. Que no es lo mismo que alguien te diga que le encanta lo que hacés o que te pida una foto; eso está perfecto. Pero a veces la foto es: “¿Podés salir con mi hijo? ¿Podés sacarte las gafas?” De pronto empezás a estar al servicio de los demás. Y no me gustó.
–¿Qué hiciste en Estados Unidos?
–Me divertí mucho. Volví a ser la chica de pueblo. A redescubrirme. A tener que volver a valérmelas por mí misma, porque estudie inglés un mes y medio ,y tuve que relacionarme con mis compañeros. Estaba en adolescente total, con compañeros coreanos, de la India, de todos lados, y desintoxicarme de un montón de cosas que tiene este círculo, y volver a ser espontánea, saber quién soy y no tener esa mirada juzgadora. Fue muy liberador.
–¿Fanteseás hacer carrera allá?
–Sí. Está en mi impronta la expansión. Así como no me quedé en mi pueblo y nos fuimos para Córdoba y luego no me quedé en Córdoba y me fui a Buenos Aires, me gusta expandirme y probar. No tengo miedo a que algo salga mal. Algunos me decían: "¿Cómo puede ser que dejes la novela para ir a estudiar inglés?" Y sí, porque lo tenía planeado desde antes. Y porque el inglés es una herramienta súper importante y nunca sabés para dónde podés llegar a disparar.
Fuente: Tiempo Argentino
