OPINIÓN

Rentabilizar la convulsión mientras avanza la cuenta regresiva hacia el próximo femicidio

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El ministro de Gobierno de Alfredo Cornejo, Damiro Garay, es un ariete clave en la estrategia oficial para rentabilizar la convulsión. Foto: Prensa Gobierno de Mendoza
El ministro de Gobierno de Alfredo Cornejo, Damiro Garay, es un ariete clave en la estrategia oficial para rentabilizar la convulsión. Foto: Prensa Gobierno de Mendoza

Por Javier Polvani
@javierpolvani

La sobreactuación coyuntural de funcionarios y dirigentes de la política, la justicia, las organizaciones no gubernamentales y los speakers no sirve para nada en la prevención de comportamientos sociales que son simples de condenar, pero difíciles de entender y mucho más de resolver.

Es sencillo y cómodo ponerse en contra de los femicidios. ¿A quién puede no repugnarle? Habrá a quienes no, pero no son significantes desde las estadísticas. Sí lo son los femicidios tanto desde los números como desde el impacto de cada caso.

El morbo y las operaciones políticas dispararon estos días en Mendoza una postal de la desolación social que supuestamente nos envuelve.

En la conmoción, sincera o rentabilizada, los ojos se empañan, las piernas tiemblan y la cabeza se olvida. Enfocar una buena idea, en ese contexto, es de ficción. Y es en ese estado cuando se resuelven los parches de la política del Estado hacia la sociedad, siempre con justificaciones para la profundización de la vigilancia y el castigo.

Se sacuden proyectos viejos, originados en alguna conmoción anterior, se presentan nuevos y se multiplican las operaciones para descalificar a todos los que no se alinean en el bando de la sobreactuación. Y así sucede siempre. Mientras más leyes fruto de una conmoción -todas de mano más dura- ocurren más delitos de los que se querían evitar, al menos así se reveló en la realidad local de los últimos meses en los delitos graves vinculados a la violencia de género.

Con las particularidades que adquiere cada cuestión de género en debate agravado por la muerte de la víctima, el femicidio genera respuestas públicas enmarcadas en el mismo contexto que los delitos de monta grosera en general. Frente al asesinato de una mujer se llega hasta a pedir pena de muerte, sin distinción de los pedidos de los mismos sectores ante un ladrón de pasacaset.

Las mentes de los políticos y los comunicadores de las políticas se pierden tratando de rentabilizar a su favor la convulsión y terminan convulsionadas. Y por una cuestión física es imposible enfocar en presencia de los tiritones de la convulsión.

Rentabilizar es ganar plata o votos o ego; o bien, sacar provecho particular, en este caso, de la convulsión por los femicidios en proliferación. Nada que ver con los comunes que marchan por el espanto, convulsionados. Los clientes a rentabilizar por los tenedores del aparato del Estado y sus satélites.

Denuncias, proyectos, conferencias de prensa y sobrecarga de trabajo para los administradores del Twitter de los más descarados rentabilizadores del dolor y la conmoción son de ocurrencia corriente mientras pasan las horas hacia el próximo femicidio.

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