Las recientes declaraciones del presidente Javier Milei en materia de política exterior han encendido las alarmas en el ámbito de la diplomacia y la geopolítica argentina. Lejos de la tradición de pragmatismo y búsqueda de consensos que ha caracterizado a la nación, el actual gobierno parece embarcado en una senda de confrontación ideológica que, según el reconocido experto Juan Gabriel Tokatlian, podría arrastrar al país hacia un “lugar absolutamente desmesuradamente peligroso”.
Un viraje impulsado por convicción y no por presión externa
Tokatlian, un analista de vasta trayectoria y prestigio en el ámbito de las relaciones internacionales, expuso con meridiana claridad su preocupación sobre la dirección que ha tomado la política exterior argentina en una entrevista con Radio con vos. Contrario a la idea de una presión externa de potencias como Estados Unidos o Israel, el experto sostiene que las decisiones del gobierno de Milei emanan de una “convicción y conveniencia” propia, anclada en la creencia de que el mandatario, junto a un puñado de países afines, tiene la misión de “salvar a Occidente”. Esta visión, cargada de tintes mesiánicos y con una marcada polarización, es precisamente la que genera una profunda inquietud.
El quiebre con la tradición diplomática argentina
La política exterior argentina, tradicionalmente construida sobre los pilares de la no alineación, la cooperación y la búsqueda de soluciones pacíficas, se ha visto drásticamente alterada. “Uno no puede votar todo el tiempo contra Palestina, uno no puede decir que hay rusos en el país que están jugando y están provocando cosas, como lo dijo Adorni hace unos días. Uno no puede decir que Irán es un enemigo”, subraya Tokatlian, desgranando una a una las posturas adoptadas por la administración actual que chocan de frente con los principios fundamentales de la diplomacia argentina.
“La Argentina no tiene enemigos”
El especialista hace hincapié en un aspecto crucial: Argentina “nunca definió ni su política de seguridad, ni su política de defensa, ni su política exterior en términos de enemigos”. Esta máxima ha sido un pilar inquebrantable a lo largo de la historia de la República, donde la capacidad de dialogar y mantener relaciones, incluso con aquellos con los que existen diferencias, ha sido la esencia de la diplomacia. La retórica actual, que califica o descalifica a países como “enemigos”, no solo es inédita, sino que representa una “forma de antidiplomacia” con consecuencias potencialmente devastadoras.
Prestigio interno, deterioro externo
Aunque Tokatlian reconoce que esta postura “tiene dividendos internos importantes”, especialmente entre ciertos adherentes al oficialismo que sienten que Argentina ahora juega en las “grandes ligas internacionales”, la realidad en el ámbito global es muy distinta. Para el mundo, Argentina, lejos de insertarse, se está convirtiendo en un “actor que genera desconfianza, carencia de reputación, incomodidad, destrato”.
Una anécdota que retrata la incomodidad global
Para ilustrar este aislamiento creciente, el experto relata una anécdota reveladora de una conversación con un embajador extranjero en Buenos Aires. El diplomático, con una mezcla de amabilidad y desconcierto, le comentó a Tokatlian que, si bien las relaciones eran “bien”, su país formaba parte de los “191”. Ante la pregunta del analista sobre el significado de esa cifra, el embajador explicó la situación con claridad meridiana: “Usted vio que el presidente solamente nombra a Estados Unidos y a Israel. Entonces, nosotros somos 191 que no sabemos si nos quiere, si no nos quiere, si somos enemigos, si somos amigos, si le incomodamos”.
Una visión binaria que aleja al mundo
Esta declaración es un termómetro preciso de la percepción internacional. Mientras el gobierno de Milei proclama una inserción en el mundo a través de alianzas ideológicas específicas, la vasta mayoría de la comunidad internacional observa con incertidumbre y extrañamiento la deriva de la política exterior argentina. La visión de un puñado de naciones como aliados exclusivos, y la consecuente descalificación implícita o explícita del resto, genera un vacío diplomático que podría tener repercusiones a largo plazo en términos de comercio, inversiones y cooperación internacional.
Un rumbo que exige revisión antes de llegar al borde
El análisis de Tokatlian es una llamada de atención urgente. La adopción de una política exterior ideologizada, que prioriza la confrontación sobre el diálogo y la polarización sobre la búsqueda de consensos, está llevando a Argentina a un aislamiento cada vez mayor. En un mundo multipolar y complejo, donde la interdependencia es la norma, la capacidad de construir puentes y diversificar relaciones es fundamental para el desarrollo y la seguridad de cualquier nación. La creencia de que “estamos en las grandes ligas” a costa de la confianza y el respeto del resto del mundo, según el experto, es una ilusión que encierra un “desmesurado peligro”. La historia, la tradición diplomática y los intereses nacionales de Argentina exigen una revisión profunda y urgente de este rumbo que, de mantenerse, podría llevar al país a un laberinto geopolítico de difícil salida.